POEMAS.
I
Yo soy de él, que me lee a oscuras.
Soy de él, que me abraza con mis dudas.
De él que me ama con locura, que con sus besos me cura.
Que me brindó el paraíso en un momento de ternura.
Soy de él, quien me escucha en mi penumbra
II
Él vino y sed, fue.
De su copa yo bebí, cuando lejos percibí, una forma, un perfil.
Un aroma que intuí con un rojo frenesí, que me dijo:
Ven a mí!
Con mis manos me apropié del tallaje de su ser.
Descubriéndote exalté cada rasgo de tu piel.
Como un ciego descifré el epígrafe: Hidromiel.
Y se vuelve necesaria una copa cada día,
una sonrisa en los labios, un deleite de la vida.
III.
Soliloquio.
Meditabunda mirada a las estrellas,
comienzo a contarlas, encuentro más de ellas.
Se redescubren en su semblante.
Hablan de mí; curiosa, anhelante.
Inmóvil ante su luz centelleante,
me cuentan su historia en lenguas distantes,
pues son el reflejo de almas ascendentes,
que tienen mil años y en mí pueden verse.
Versé su reflejo en mis pesados ojos,
hastiados del mundo se han iluminado.
Siguiendo sus huellas, detrás de su rastro.
Una grieta en el tiempo, dador es el astro.
IV
De madrugaba clama mi alma, retorne yo,
a mi consiente ser, extraña mi piel, dejar de ser piel.
vagar en el aire, vivir sin ver.
Esclarecer el misterio, saciar mi sed.
Mitigar el deseo del poder.
conciliar un acuerdo con mi otro, usted.
un camino labrado a mi parecer.
A romper todos los moldes, a vivir sin madrugar.
a faltar al trabajo a como de lugar...
acomode lugar en un precioso pecho que me brindó seguridad,
que me llenó de poesía en cada obscuro pedernal.
De mis infamias fui acusada por mi propia crueldad,
la más dura de las lenguas habita en la oscuridad.
De mis pensamientos fui herida, derrotada sin piedad.
El letargo de los días que se hicieron más pesados,
más osada me volví con el paso de los años.
V
Han intentado en todos los tiempos,
de mil maneras, hallar el modo.
Han pretendido brindarle un cuerpo
y definirlo sin entenderlo.
El paraíso tiene tu nombre
y su paraje está en tu boca.
Descanso en ella, deleite, goce.
nuestra sonrisa no se equivoca.
Eres la puerta a mis deseos,
un acertijo al coqueteo.
Mi piel ardiente, clama la tuya.
Entremezclados, que no concluya.
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